Reduxer

El aire era blanco guerra. En las calles no había más que desperdicios. Y es que todo estaba perdido.

“Se requiere de un ejército para ser bondadoso” fueron las últimas palabras del Coronel Aristo Acosta. Luego, dio vía libre al fuego. Fuego, como una tempestad de ácido atestado por la ciencia del dolor. Fuego, y todos reposaron para él.

Yo desconocía y aún desconozco las mecánicas detrás de este episodio, tan elegantemente nombrado “Masacre de los héroes clandestinos” en los libros de historia de una posteridad que en ese entonces parecía postergada indefinidamente. Julio y amigos estaban en la misma página.

En un callejón se escondieron de las balas y reverberaciones constantes de explosivos americanos. Julio escondido en la tregua momentánea que ofrecía el callejón, Marta vigilando la duración de esta tregua mediante pequeños asomos furtivos hacia la calle en llamas, Pedro metido en estas llamas, a poco de hacerse con el vehículo de escape llamado Nueva Esperanza.

Reduxer, reduxer. Da la bienvenida a lo más lejos de tu vida.

“¿Cual fue tu recuerdo más importante?” preguntó Marta, y Julio no sabía si decir sus últimas palabras. “Fue una tarde de diciembre. Mi diciembre. Llovía, y servían jugo de uva”. “¿Donde?”. “¿Crees en la brujería, Marta?”.
Pedro llegó puntual a interrumpir la conversación. “¡Chicos! No hay buenas o malas noticias, solo noticias”. Julio y Marta se miraron en confusión compartida. Pedro continuó, “Solo hay dos lugares y somos tres. Por orden y jerarquía, Marta viene conmigo. Julio, estás fuera. Vámonos”.

Reduxer. La posteridad está programada y su espera ha culminado.

Yo no podría dar tales noticias. Mas al Coronel Acosta le encantaba hacerlo. Lo publicó en Twitter esa misma mañana. En la tarde lo compartió en sus otras redes. “Son diez las personas que están atrapadas en San Sebastián. Nueva Esperanza solo sacará a nueve”. Lo reiteró tantas veces y en todos lados, pero menos en San Sebastián.

Al enterarse, Julio se quedó boca fría, cabeza arriba, corazón de rodillas. “¿Qué significa? ¿Me van a dejar aquí?”, fue un comentario más que una pregunta. “Si hacen esto les va a pesar toda la vida”. Pero ya se habían ido. Y es que ya le habían contestado pero Julio no escuchaba y solo repetía una y otra vez, repetía más que Acosta. No preguntes si no quieres que te respondan. Julio había sido desterrado dentro de su mismo hogar, dentro de un San Sebastían que promovía el olvido.

Y en eso, una tenebrosa alza del reduxer. Como en los cuentos de medianoche. Pero esto si es real, esto si pasó y yo lo recuerdo porque no puedo olvidar los rostros de Pedro y Marta cuando llegaron al campamento Bravo.

Reduxer, reduxer. Una voz dentro de la otra. Reduxer. Un canto en armas y gorgojos.

back button works
Cracky takes you home